Soy feminista,
no soy católica y admiro a Madre Teresa
Han hecho santa a Madre Teresa. Los dos milagros
preceptivos, la parafernalia eclesiástica y el uso y abuso de su figura por
parte de la Iglesia más reaccionaria han
invitado a la izquierda a manifestar su rotunda oposición: desde el chiste
fácil a la crítica más despiadada. Todo ello aderezado con dos supuestas fuentes
incontestables, las mismas en todos y cada uno de los artículos periodísticos y
comentarios en las redes sociales que despedazan a la monja. Un médico indio
que describe con horror cómo los moribundos sólo reciben aspirinas y un estudio
canadiense dónde descubren que aceptó dinero de un dictador que quería lavar su conciencia,
rematando la maldad de la santa, con la trayectoria oscura de las cuantiosas
donaciones que recibe la Fundación. Las condiciones, en los numerosos centros de Madre
Teresa en el mundo, son descritos poco
menos que como salas de tortura. No he leído ninguno que tenga a bien
contextualizar o aporte pruebas más allá
de las dos referencias citadas.
Madre Teresa trabajó en un país dónde millones de
personas viven en la pobreza más extrema, dónde el aborto selectivo e infanticidio
de niñas es una lacra social, dónde caminas por la calle y tropiezas con un
enfermo terminal que agoniza en la acera. India, para cualquier visitante es el
lugar de los extremos: convive la belleza sublime con la extrema miseria. El
Estado del Bienestar no existe en ninguna de sus formas. Se asegura la vejez
teniendo hijos varones para si alguno
sobrevive pueda mantenerte. Y el paso de una economía de autarquía al capitalismo
en los 90, ha mejorado en parte a la
clase media pero ha empeorado y mucho la
situación de los 300 millones de personas que comen hurgando en las basuras.
Y os preguntareis
que tengo yo que añadir al mentidero. Quisiera explicar algunas de las cosas que viví en Calcuta en los años 1.998 y 2.000
en el orfanato de Madre Teresa. Mi testimonio no es objetivo sino que está
marcado profundamente por la experiencia de realizar dos adopciones en India y ir
a buscar a mis hijos a Calcuta. Un lugar incomprensible, dónde hay barrios
inmensos de pobreza extrema y otros llenos de librerías, dónde pasean
universitarios que disfrutan de la rica vida cultural de la ciudad.
Con la sensibilidad a flor de piel, por el momento vital
que vivía, mi capacidad crítica estaba atenta a todo Y como puse en el titular
no soy católica. No estoy bautizada, aun habiendo nacido en la dictadura
franquista, porque mis padres eran comunistas y ateos convencidos. He militado
en movimientos feministas y sindicales y no comparto, ni de lejos, la moral de
la iglesia católica. Estoy a favor del aborto libre y gratuito y mis simpatías,
en el mundo de los cristianos, se las lleva la teología de la liberación, no la
caridad, aunque la respeto y la prefiero a la desolación. Digo esto, para que
quede claro cuales son mis principios lo cual no me impide admirar a Madre Teresa y que me duelan algunas de las
cosas que he leído jaleadas con likes y comentarios hechos alegremente.
Esta mujer cometió errores pero también
aciertos maravillosos. Hay que valorar su obra y la de su orden y no quedarse
sólo con el personaje manipulado por unos y otros, ni con los milagritos, ni en sus declaraciones de
ortodoxia católica cuando le entregaron el Nobel.
Cuando después de un periplo complicado que duró más de
dos años, nuestro expediente llegó a Calcuta, ya sabíamos que aceptaban
familias no católicas y que no estuvieran casadas por la Iglesia. En ningún
momento preguntaron por nuestra confesión religiosa. Los niños del orfanato no
estaban bautizados ni recibían catecismo de ninguna clase por convicción. Nos
explicaron que ellas no hacían proselitismo. Poner en práctica el Evangelio, el
amor en acción que decía la fundadora. El distrito dónde se ubican las
instalaciones, es un barrio miserable. No había ningún servicio ni del Estado,
ni centros de ninguna ONGs, excepto Médicos sin Fronteras que visitaba regularmente el orfanato y atendía
a los niños enfermos. He leído estos días que hay más de 200 organizaciones en
Calcuta y que la labor de MT es ínfima. Teniendo en cuenta que Calcuta tiene unos
seis millones de habitantes censados y probablemente el doble en realidad, no
dudo que sea una gota de agua en un océano pero allá dónde íbamos con nuestros
niños a cuestas, recibíamos muestras de cariño hacia las hermanas, cosa que,
por cierto, no ocurrió cuando intentamos visitar la Fundación Sabera, muy
popular entonces en España por la lista de famosos que la patrocinaba. Hasta
tres taxistas se negaron a llevarnos porque “se llevan a los niños”. Llegué a
la conclusión que la buena fe puede ser muy peligrosa y en su ánimo de salvar a
la infancia, según nos contaron
voluntarios españoles que llevaban tiempo viviendo en Calcuta, habían recogido
niños que mendigaban de la calle como si
fueran coles y que tenían una familia
tan harapienta y miserable como lo eran ellos y a las que no habían pedido
permiso para internar en el centro. Espero
que con los años hayan corregido malas
prácticas típicas de la prepotencia colonial y de la ignorancia de la realidad
india.
Las puertas del
orfanato estaban siempre llenas de personas esperando alguna atención. Una de
las veces que entramos, un bebé varón lloraba en el suelo. Sólo, sucio y
completamente desnudo. Alarmada, fui a avisar y me contestaron que no me preocupara,
que la madre estaría observándolo y que no recogían ningún bebé, si no se hacía
una entrega formal y legalmente supervisada, ya que, anteriormente, lo que sucedía,
era que las madres dejaban a sus hijos, normalmente varones, enfermos o
hambrientos, y los reclamaban al cabo de meses o años. Les hacían algún tipo de cicatriz para reconocerlos y se
los querían llevar ya sanos después de
haber asegurado su supervivencia. Los niños que no estaban formalmente
entregados a la institución no podían ser dados en adopción a pesar de que hubieran pasado ya años del
abandono. Existían, por supuesto, otros lugares dónde también daban ayuda a
madres, embarazadas y niños. Pensé en el drama diario de las calles de Calcuta
y lo difícil y duro que debía ser
manejar una situación tan compleja y desesperada.
Pregunté por el tema del aborto. Ellas lo veían como un
asesinato de niñas causado por la cuestión de la dote. Me quisieron dejar claro
que estaban totalmente en contra del aborto pero no juzgaban a las mujeres que abortaban, las cuales
consideraban victimas de situaciones de maltrato, violación o sencillamente,
obligadas por el marido y su familia a abortar porque no querían más hijos.
El orfanato estaba
sobresaturado, con unas trescientos niñas y unos cuarenta niños en cunas
compartidas y tenían poco más que una
docena de cuidadoras, amorosas y
sonrientes que trabajaban sin parar. Todas las familias que conozco que hemos
adoptado en Calcuta hemos vivido el inmenso amor y cuidado que recibían nuestros
hijos a pesar de la enorme cantidad de niños que atendían y que era
materialmente imposible llegar a todas sus necesidades. Yo no vi niños atados
ni maltratados como he leído. Si que vi, recién nacidos que cabían en la palma
de la mano por sufrir desnutrición intrauterina , alimentados gota a gota con
una paciencia y dedicación infinita. Y unas improvisadas incubadoras. Unas
urnas de vidrio, cubiertas de algodón y con una bombilla cómo la que yo recordaba, calentaba a los pollitos que tenían
en una tienda, preciado objetivo de mis paseos infantiles.
Cuando pregunté sobre la alimentación que daban a los
pequeños de año y medio y me dijeron que leche por la mañana y una papilla de
arroz y verduras al mediodía, contesté: pero dos veces al día es muy poco,...
la respuesta fue,: comen lo mismo que los niños que están fuera del orfanato.
Si aquí les diéramos mejor comida que los niños que no son huérfanos,
tendríamos montones de bebés en la puerta. No podríamos controlar la situación.
Era duro de admitir pero una de sus reglas era vivir como
la comunidad a la que servían. Costaba de aceptar que no quisieran un fax para
facilitar los trámites de adopción, que más tarde, renunciaran a que un grupo
de familias con hijos de Calcuta, pagáramos la leche maternizada para el
orfanato porque no querían dar pie a que pensaran que se trataba de un
intercambio de favores para conseguir adopciones. Lo mismo ocurría con las
donaciones. En cualquier caso, sólo aceptaban pequeñas cantidades cuando el
proceso estuviera completamente terminado.
Eran sumamente rígidas
en sus planteamientos pero cada rigidez respondía a una razón que en aquella
situación de servicio a la extrema pobreza cobraba sentido cuando salíamos a la
calle y veíamos cientos de personas haciendo cola para recibir un plato de
arroz. Estaba claro que las necesidades desbordaban completamente los recursos.
No admitían que
familias con hijos hicieran adopciones excepto si se trataba de niños con
discapacidades porque algunas familias adoptaban para tener esclavas domésticas y las normas para la adopción nacional,
siempre prioritaria a la internacional, eran las mismas que para nosotros que
nos parecía una barbaridad hasta que nos explicaron el motivo. Cuando mirabas a
través de la realidad que nos rodeaba, comprendíamos
lo difícil que resultaba encontrar que era lo más justo.
También les parecía una catástrofe humanitaria a los
voluntarios que iban a la Casa de los Moribundos que sólo hubiera yodo para
curar heridas, algún calmante y poco más. Conocimos unas enfermeras que
llevaban años pasando sus vacaciones allí y nos contaron que las condiciones en
los hospitales de Calcuta a las que pueden acceder no ya los que viven en la
calle, sino las personas humildes y trabajadoras son terribles y no se
diferenciaban mucho de las que encontraban en Madre Teresa. Ellas curaban,abrazaban y daban consuelo a los que
eran recogidos de la calle y llevados allí para que no murieran solos, ni
tampoco de hambre y sed, mientras los transeúntes circulaban a su alrededor. Desearía
como vosotros que esos cientos de enfermos estuvieran en un hospital como los
nuestros pero allí no hay ningún otro lugar al que puedan acudir.
Nada. Sólo esto. Sólo la obra de Madre Teresa a los más despreciados de la
tierra. Antes de la orden de las misioneras de Calcuta, no había ninguna
esperanza para estas personas, tampoco ninguna comunidad de leprosos digna para
vivir ,ni nadie recogía a los niños huérfanos o abandonados.
Y si, es terrible que así sea. Quiero pensar
que ese medico indio, famoso por sus diatribas contra Madre Teresa, ha hecho
algo para aliviar todo ese dolor. Y que los
que se ensañan con la caridad están profundamente comprometidos en el cambio
social y la lucha anticapitalista o al menos no compran roba hecha por esclavos en un barco
en alta mar o en un taller insalubre de niños trabajadores sin escolarizar. Lo
mismo para los que no entienden como, si Madre Teresa tiene tantas donaciones,
no puede hacer más. Les diría que se pregunten porque el número de ONG ha ido
aumentando, algunas se venden en las esquinas como producto de consumo, y en
cambio no se han reducido las terribles condiciones de vida de gran parte de la
Humanidad. Aquí mismo en Barcelona, el comedor de las Misioneras en Ciutat
Vella no da abasto para todas las
personas sin techo que necesitan comer caliente, al menos una vez al día.
Para terminar unas palabras de Madre Teresa distintas a
las que se han venido a repetir estos días:
“Aproxímense a los
que sufren, sin temores ni prejuicios, y jamás digan que merecen esos
sufrimientos.”
“Hombres de todas las religiones, de todas las razas, de
todas las clases, todos son hermanos y los más ricos en bienes temporales, los
más sanos en cuerpo y espíritu, los más iluminados, deben albergar a los más
pobres de los pobres, curar a los enfermos, sostener a los más débiles, dar
refugio a los Sin hogar, visitar a los presos, instruir a los ignorantes”