dijous, 8 de setembre del 2016

Soy feminista, no soy católica y admiro a Madre Teresa

Soy feminista, no soy católica y admiro a Madre Teresa

Han hecho santa a Madre Teresa. Los dos milagros preceptivos, la parafernalia eclesiástica y el uso y abuso de su figura por parte de la Iglesia más reaccionaria  han invitado a la izquierda a manifestar su rotunda oposición: desde el chiste fácil a la crítica más despiadada. Todo ello aderezado con dos supuestas fuentes incontestables, las mismas en todos y cada uno de los artículos periodísticos y comentarios en las redes sociales que despedazan a la monja. Un médico indio que describe con horror cómo los moribundos sólo reciben aspirinas y un estudio canadiense dónde descubren que aceptó dinero de  un dictador que quería lavar su conciencia, rematando la maldad de la santa,  con la  trayectoria oscura de las cuantiosas donaciones que recibe la Fundación. Las  condiciones, en los numerosos centros de Madre Teresa en el  mundo, son descritos poco menos que como salas de tortura. No he leído ninguno que tenga a bien contextualizar o  aporte pruebas más allá de las dos referencias citadas.
Madre Teresa trabajó en un país dónde millones de personas viven en la pobreza más extrema, dónde el aborto selectivo e infanticidio de niñas es una lacra social, dónde caminas por la calle y tropiezas con un enfermo terminal que agoniza en la acera. India, para cualquier visitante es el lugar de los extremos: convive la belleza sublime con la extrema miseria. El Estado del Bienestar no existe en ninguna de sus formas. Se asegura la vejez teniendo  hijos varones para si alguno sobrevive pueda mantenerte. Y el paso de una economía de autarquía al capitalismo en los 90, ha mejorado en parte a  la clase media pero ha empeorado  y mucho la situación de los 300 millones de personas que comen hurgando en las basuras.  
 Y os preguntareis que tengo yo que añadir al mentidero. Quisiera explicar algunas de las cosas  que viví en Calcuta en los años 1.998 y 2.000 en el orfanato de Madre Teresa. Mi testimonio no es objetivo sino que está marcado profundamente por la experiencia de realizar dos adopciones en India y ir a buscar a mis hijos a Calcuta. Un lugar incomprensible, dónde hay barrios inmensos de pobreza extrema y otros llenos de librerías, dónde pasean universitarios que disfrutan de la rica vida cultural de la ciudad.
Con la sensibilidad a flor de piel, por el momento vital que vivía, mi capacidad crítica estaba atenta a todo Y como puse en el titular no soy católica. No estoy bautizada, aun habiendo nacido en la dictadura franquista, porque mis padres eran comunistas y ateos convencidos. He militado en movimientos feministas y sindicales y no comparto, ni de lejos, la moral de la iglesia católica. Estoy a favor del aborto libre y gratuito y mis simpatías, en el mundo de los cristianos, se las lleva la teología de la liberación, no la caridad, aunque la respeto y la prefiero a la desolación. Digo esto, para que quede claro cuales son mis principios lo cual no me impide admirar a  Madre Teresa y que me duelan algunas de las cosas que he leído jaleadas con likes y comentarios hechos alegremente. Esta  mujer cometió errores pero también aciertos maravillosos. Hay que valorar su obra y la de su orden y no quedarse sólo con el personaje manipulado por unos y otros, ni con  los milagritos, ni en sus declaraciones de ortodoxia católica cuando le entregaron el Nobel.
Cuando después de un periplo complicado que duró más de dos años, nuestro expediente llegó a Calcuta, ya sabíamos que aceptaban familias no católicas y que no estuvieran casadas por la Iglesia. En ningún momento preguntaron por nuestra confesión religiosa. Los niños del orfanato no estaban bautizados ni recibían catecismo de ninguna clase por convicción. Nos explicaron que ellas no hacían proselitismo. Poner en práctica el Evangelio, el amor en acción que decía la fundadora. El distrito dónde se ubican las instalaciones, es un barrio miserable. No había ningún servicio ni del Estado, ni centros de ninguna ONGs, excepto Médicos sin Fronteras  que visitaba regularmente el orfanato y atendía a los niños enfermos. He leído estos días que hay más de 200 organizaciones en Calcuta y que la labor de MT es ínfima. Teniendo en cuenta que Calcuta tiene unos seis millones de habitantes censados y probablemente el doble en realidad, no dudo que sea una gota de agua en un océano pero allá dónde íbamos con nuestros niños a cuestas, recibíamos muestras de cariño hacia las hermanas, cosa que, por cierto, no ocurrió cuando intentamos visitar la Fundación Sabera, muy popular entonces en España por la lista de famosos que la patrocinaba. Hasta tres taxistas se negaron a llevarnos porque “se llevan a los niños”. Llegué a la conclusión que la buena fe puede ser muy peligrosa y en su ánimo de salvar a la infancia,  según nos contaron voluntarios españoles que llevaban tiempo viviendo en Calcuta, habían recogido niños que mendigaban  de la calle como si fueran coles y  que tenían una familia tan harapienta y miserable como lo eran ellos y a las que no habían pedido permiso  para internar en el centro. Espero que con los años hayan corregido  malas prácticas típicas de la prepotencia colonial y de la ignorancia de la realidad india.
 Las puertas del orfanato estaban siempre llenas de personas esperando alguna atención. Una de las veces que entramos, un bebé varón  lloraba en el suelo. Sólo, sucio y completamente desnudo. Alarmada, fui a avisar y me contestaron que no me preocupara, que la madre estaría observándolo y que no recogían ningún bebé, si no se hacía una entrega formal y legalmente supervisada, ya que, anteriormente, lo que sucedía, era que las madres dejaban a sus hijos, normalmente varones, enfermos o hambrientos, y los reclamaban al cabo de meses o años. Les hacían  algún tipo de cicatriz para reconocerlos y se los querían  llevar ya sanos después de haber asegurado su supervivencia. Los niños que no estaban formalmente entregados a la institución no podían ser dados en adopción  a pesar de que hubieran pasado ya años del abandono. Existían, por supuesto, otros lugares dónde también daban ayuda a madres, embarazadas y niños. Pensé en el drama diario de las calles de Calcuta y lo difícil  y duro que debía ser manejar una situación tan compleja y desesperada.
Pregunté por el tema del aborto. Ellas lo veían como un asesinato de niñas causado por la cuestión de la dote. Me quisieron dejar claro que estaban totalmente en contra del aborto pero no juzgaban  a las mujeres que abortaban, las cuales consideraban victimas de situaciones de maltrato, violación o sencillamente, obligadas por el marido y su familia a abortar porque no querían más hijos.
 El orfanato estaba sobresaturado, con unas trescientos niñas y unos cuarenta niños en cunas compartidas y  tenían poco más que una docena de cuidadoras,  amorosas y sonrientes que trabajaban sin parar. Todas las familias que conozco que hemos adoptado en Calcuta hemos vivido el inmenso amor y cuidado que recibían nuestros hijos a pesar de la enorme cantidad de niños que atendían y que era materialmente imposible llegar a todas sus necesidades. Yo no vi niños atados ni maltratados como he leído. Si que vi, recién nacidos que cabían en la palma de la mano por sufrir desnutrición intrauterina , alimentados gota a gota con una paciencia y dedicación infinita. Y unas improvisadas incubadoras. Unas urnas de vidrio, cubiertas de algodón y con una bombilla cómo la que  yo recordaba, calentaba a los pollitos que tenían en una tienda, preciado objetivo de mis paseos infantiles.
Cuando pregunté sobre la alimentación que daban a los pequeños de año y medio y me dijeron que leche por la mañana y una papilla de arroz y verduras al mediodía, contesté: pero dos veces al día es muy poco,... la respuesta fue,: comen lo mismo que los niños que están fuera del orfanato. Si aquí les diéramos mejor comida que los niños que no son huérfanos, tendríamos montones de bebés en la puerta. No podríamos controlar la situación.
Era duro de admitir pero una de sus reglas era vivir como la comunidad a la que servían. Costaba de aceptar que no quisieran un fax para facilitar los trámites de adopción, que más tarde, renunciaran a que un grupo de familias con hijos de Calcuta, pagáramos la leche maternizada para el orfanato porque no querían dar pie a que pensaran que se trataba de un intercambio de favores para conseguir adopciones. Lo mismo ocurría con las donaciones. En cualquier caso, sólo aceptaban pequeñas cantidades cuando el proceso estuviera completamente terminado.
 Eran sumamente rígidas en sus planteamientos pero cada rigidez respondía a una razón que en aquella situación de servicio a la extrema pobreza cobraba sentido cuando salíamos a la calle y veíamos cientos de personas haciendo cola para recibir un plato de arroz. Estaba claro que las necesidades desbordaban completamente  los recursos.
 No admitían que familias con hijos hicieran adopciones excepto si se trataba de niños con discapacidades porque algunas familias adoptaban para tener esclavas domésticas  y las normas para la adopción nacional, siempre prioritaria a la internacional, eran las mismas que para nosotros que nos parecía una barbaridad hasta que nos explicaron el motivo. Cuando mirabas a través de la realidad  que nos rodeaba, comprendíamos lo difícil que resultaba encontrar que era lo más justo.
También les parecía una catástrofe humanitaria a los voluntarios que iban a la Casa de los Moribundos que sólo hubiera yodo para curar heridas, algún calmante y poco más. Conocimos unas enfermeras que llevaban años pasando sus vacaciones allí y nos contaron que las condiciones en los hospitales de Calcuta a las que pueden acceder no ya los que viven en la calle, sino las personas humildes y trabajadoras son terribles y no se diferenciaban mucho de las que encontraban en Madre Teresa. Ellas  curaban,abrazaban y daban consuelo a los que eran recogidos de la calle y llevados allí para que no murieran solos, ni tampoco de hambre y sed, mientras los transeúntes circulaban a su alrededor. Desearía como vosotros que esos cientos de enfermos estuvieran en un hospital como los nuestros  pero allí  no hay ningún otro lugar al que puedan acudir. Nada. Sólo esto. Sólo la obra de Madre Teresa a los más despreciados de la tierra. Antes de la orden de las misioneras de Calcuta, no había ninguna esperanza para estas personas, tampoco ninguna comunidad de leprosos digna para vivir ,ni nadie recogía a los niños huérfanos o abandonados.
 Y si, es terrible que así sea. Quiero pensar que ese medico indio, famoso por sus diatribas contra Madre Teresa, ha hecho algo para aliviar todo ese dolor. Y  que los que se ensañan con la caridad están profundamente comprometidos en el cambio social y la lucha anticapitalista o al menos  no compran roba hecha por esclavos en un barco en alta mar o en un taller insalubre de niños trabajadores sin escolarizar. Lo mismo para los que no entienden como, si Madre Teresa tiene tantas donaciones, no puede hacer más. Les diría que se pregunten porque el número de ONG ha ido aumentando, algunas se venden en las esquinas como producto de consumo, y en cambio no se han reducido las terribles condiciones de vida de gran parte de la Humanidad. Aquí mismo en Barcelona, el comedor de las Misioneras en Ciutat Vella no da abasto para  todas las personas sin techo que necesitan comer caliente, al menos una vez al día.
Para terminar unas palabras de Madre Teresa distintas a las que se han venido a repetir estos días:
 “Aproxímense a los que sufren, sin temores ni prejuicios, y jamás digan que merecen esos sufrimientos.”
“Hombres de todas las religiones, de todas las razas, de todas las clases, todos son hermanos y los más ricos en bienes temporales, los más sanos en cuerpo y espíritu, los más iluminados, deben albergar a los más pobres de los pobres, curar a los enfermos, sostener a los más débiles, dar refugio a los Sin hogar, visitar a los presos, instruir a los ignorantes”





dimarts, 20 d’octubre del 2015

L'home gos

L’home gos


L’home gos està assegut a la porta del supermercat i observa. L’aire es mou al seu davant; al pas de la pressa institucionalitzada. Seu, recolzat en la paret, sense fer nosa. Quan algú s’acosta el mira expectant, el coll lleugerament inclinat. Li brillen els ulls i gemega en silenci i sense mots. Si creuen la mirada, somriu tímidament i ofereix la dignitat perduda al vianant fugisser.
L’home gos, estira la mà i esquiva la vergonya amb un somriure trist. Mira la noia que camina de pressa i que un dia li va donar uns cèntims com si es coneguessin i es disposessin a fer la xerradeta intranscendent dels bons veïns. La noia se’n recorda que una vegada va estirar la mà per deixar en el got de paper el canvi d’un tallat però no ho tornarà a fer més. No sap ben bé perquè. Comença a ploure. Ella, alleugerida per la oportunitat que li dona la pluja d’ apressar el pas, ho fa amb convicció, escoltant els talons repicant a la vorera mentre el remordiment se li escola amb les minúscules gotes d’aigua que comencen a mullar el terra gris. L’home gos no defalleix. Ara ja no té la memòria de les decepcions. La va perdre amb la casa o potser li van prendre perquè, ben mirat, ell era molt curós amb les seves coses i sempre recordava on les posava. Deixava sempre les claus al plat daurat. Aquell que hi havia a sobre del prestatge del petit rebedor del seu pis amb balcó al carrer Bolívia. Les sabates sota el llit i la roba sobre la cadira ben plegada encara que fos bruta. Quan anava a la feina arribava sempre deu minuts abans de l’hora, i era el primer que carregava els maons, i s’embrutava amb la pols de cases alienes mentre escoltava la ràdio amb el volum raonable de qui està en el lloc que pertany algú altre. Rítmicament, col·locava les rajoles, una a una, el mateix gest, la mateixa atenció quan a cada una de les quatre cantonades hi posava la quantitat justa de morter. El que més li agradava era fer la vorada. En acabar tot prenia forma i la llum relliscava per la superfície. Lhome gos seu a la porta del supermercat, sense rancúnia. Somriu quan sent el dringar de les monedes que li fan companyia. Mira la dona que camina amb pressa i que es sent culpable de no deixar-li un bri d’afecte al got però que no ho farà perquè s’ho impedeix una vergonya estranya. Li van ensenyar que no hi ha que donar caritat. Ella, per uns moments, voldria donar-li justícia i amb aquest cònsol es reconforta de l’angunia de la seva paràlisi. I l’home gos intueix la seva por a la misèria perquè un dia ell també la tenia. Ara s’aferra a la nova rutina i arriba sempre deu minuts abans que obrin la porta del Super. Apareixen sempre dues noies baixetes i rosses de tint d’oferta, amb l’uniforme ja posat, que riuen i fumen. I no el miren perquè si el miressin haurien de dir-li que allà no s’hi pot estar que l’encarregat sempre remuga que un dia cridarà a la urbana però elles creuen que no els hi paguen pas per fer de policies i que ja tenen prou passant els codis de barres fins a les nou del vespre. Ell escolta la ràdio no gaire alta perquè està en el lloc que pertany a algú que desconeix la seva existència i també la de les dues noies baixetes i rosses de tint d’oferta. El petit transistor continua funcionant. Encara guarda alguna taca de pintura.
Els gats passen de tant en tant per la Rambla. Apareixen de sobte, cap el tard, i miolen. Gats de cabells llargs, salvatges i orgullosos . Travessen el carrer lentament, els seus delicats peus amagats en negres botes, mentre els vianants s’aparten de la seva arrogància Inmaculada . L’home gos correria darrera els gats empès per una força que el revolta i el trastoca. Li dura només uns instants. El temps just que la electricitat felina arribi com un dard. Resta quiet i els mira com si veiés fantasmes. Aparicions en un altre dimensió de l’univers. Els gats passen indiferents a la seva presència agenollada. Embogits i alegres per haver pres el carrer durant una estona, ni que sigui després de demanar permís per fer-ho a les autoritats competents. El carrer s’omple de colors, d’esperances i perfums de fum.
La noia que un dia li va deixar uns cèntims, també apressa el pas quan passa a prop dels gats. Sap que hauria de caminar amb ells però només desitja arribar a casa i estirar-se al sofà amb el comandament de la televisió que haurà pres al seu fill adolescent després de recriminar-li que està estirat al sofà amb tot el que ha d’estudiar si és que vol aprovar o és que potser no li agradaria tenir una bona feina, amb el que ens costa que vagi a la privada.
L’aigua s’esvaeix i s’allarga la tarda amb una renovada llum que escalfa l’home gos assegut a la vorera. Ha buidat les butxaques S’ha posat a comptar les monedes. Avui tindrà un bon sopar. Anirà a La Pubilla del Taulat i demanarà un got de vi i una tapa. Quan era petit, el seu pare el portava d’amagatotis a fer el vermut. La mare, es quedava a casa a fer el dinar amb el seu germà que, tot just, gatejava. Ells sortien a fer un volt i acabaven sempre en aquella cantonada. Després el pare va desaparèixer. Va marxar tot sol cap a França. Potser ha tornat al Poble Nou només per això, per aquell record infantil d’olor de fusta i caliquenyo.
Després anirà cap al Parc. Travessarà els jocs infantils i seurà a esperar la nit. Procura sempre allunyar-se si hi ha algú. Arribarà l’hora i mirarà com juguen els gossos que tenen casa, lliures de la corretja, sobre l’herba verda. Els seus colors es barregen i es confonen. Li pidolaran el tros que ha guardat curosament a la butxaca. El miraran expectants, el coll lleugerament inclinat, els ulls brillants. Sense demanar permís als amos, el repartirà amb bocins exactes.
Quan hagin marxat, anirà a dormir el son dels justos prop de la platja. En un banc, a sota els pins que assenyalen emmudits, el miratge d’un lloc segur. Comprovarà que encara sigui viu el petit gat negre i que hagi sobreviscut feliçment als jocs de guerra del cap de setmana. Si pogués acaronar-lo ni que només fos una mica, està segur que aquesta por que li escanya el pit i que li rossega l’ànima, s’esvairia a poc a poc, com la boira que el mulla pel matí.
I si la perdés, aniria darrera els gats de cabells llargs i salvatges, i tornaria a la vida la seva existència ofegada d’amargor. Ara, però, només espera trobar buit el lloc de sempre. Li agrada tornar al mateix racó una vegada i un altra. És com tornar a casa seva.



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dimecres, 30 de setembre del 2015

Divertiment sobre La metamorfosi

Informe del Cap de l'Oficina

Sr President,

El meu deure m'obliga a estar amatent a les accions o conductes que  puguin perjudicar-nos tot i que aparentin una importància minsa. Aquest matí, Gregor Samsa no havia arribat  passat un quart de vuit. Aquest fet inusual en un viatjant que s'ha distingit pel compliment de les nostres directrius  m'ha empès a  atansar-me fins al seu domicili. Sa mare m'ha obert la porta de forma cortès però l'he notat trasbalsada. Sense més dilació, m'ha explicat que el Sr Samsa no havia volgut sortir de l'habitació. Presa d'una agitació que li feia emblanquir el rostre, ha insistit que tant ella mateixa, com son pare i sa germana s'havien esforçat a cridar-lo  perquè es llevés, conscients que el retard podia costar-li l'honor i la feina. He insistit a acompanyar-los a obrir per força la porta .Allò que Deu, lloat sigui, m´ha permès veure, ha estat una visió esgarrifosa. Li ben juro per la lleialtat que li professo que el que li descric s'ajusta a la veritat i a la mesura dels fets. Un insecte monstruós ocupava el llit. Tenia el ventre bombat, terrós, dividit per parts dures en forma d'arc. El cobrellit relliscava per la curvatura mentre les potes, força petites en comparació amb la resta, li vibraven espaordides. Els inconfusibles ulls del Sr Samsa es preguntaven que estava passant. Sense poder auxiliar-lo, ans al contrari, m’ha calgut prendre un remei per  poder reprendre les meves obligacions, allà s'ha quedat.

Per tot plegat, afirmaria que no  tornarà a la feina en els propers dies i  faríem bé de confiar a algú altre les responsabilitats que fins ara assumia.

Esperant les seves oportunes indicacions,


El Cap de l'Oficina. 

dijous, 30 d’octubre del 2014

Habemus Bloc ergo sumus

Tinc un bloc ergo Existeixo. Després de contestar que no, que jo no en tinc de bloc i adonar-me que si vull que em prenguin seriosament cal ser un blocaire reputat, aquí em teniu, a veure si m'en surto amb aquesta primera entrada. Penjaré allò que vaig escrivint amb la confiança de tenir lectors per les meves dèries.